Lo que de malo hay en el hombre necesita ser curado por el Salvador, liberado por el Redentor, lavado por las aguas del bautismo, desencadenado por los exorcismos, rescatado por la sangre derramada para el perdón de los pecados; y no es fruto de los cuerpos, del sexo, de las uniones, sino del antiguo pecado original (Replica a Juliano 3,9,18)
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