domingo, 30 de mayo de 2021

 

Espíritu Santo : ¡Tres símbolos para un mismo soplo de Vida !

 

Durante Pentecostés, celebramos la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles. Tercera persona de la Trinidad, consolador y defensor enviado por el Padre, tras el Hijo, para guiarnos, el Espíritu de Dios está a nuestro lado. La Biblia lo describe de múltiples maneras; del Génesis a los Actos de los Apóstoles (¡y hasta hoy en nuestras vidas!), Él envía su soplo sobre el mundo.

 

Volvamos a encontrarnos con él a través de tres de sus símbolos:

 

            -Viento: El Espíritu de Dios es un espíritu de libertad; está aquí y allá, nada lo encierra ni lo restringe. “El viento sopla donde quiere, y tú oyes su ruido; pero no sabes de donde viene ni adónde va. Así es para todo hombre nacido del Espíritu.” (Juan 3; 8). Indefinible, inalcanzable, su presencia es tanto caricia de la brisa como ímpetu y movimiento en nuestras vidas.

 

            -Fuego: El Espíritu de Verdad es purificador. Consume en nosotros todo lo que no es Dios. Es luz y nos guía en nuestras vidas. Para esto, nos dispensa sus 7 dones: sabiduría, inteligencia, ciencia, fuerza, consejo, piedad, temor. San Juan Pablo II nos dejó una corta oración para pedir la gracia de estos dones al Espíritu Santo; los encontramos también en la letanía del Espíritu Santo.

 

            -Paloma: El Espíritu Santo es también Espíritu de Amor que trae la señal del renacimiento, de la paz, de la vida nueva, de la ternura de Dios con sus hijos.

“En cuanto Jesús fue bautizado, salió del agua; he aquí que los cielos se abrieron, y vio el Espíritu de Dios descender como una paloma y posarse sobre él. Y desde los cielos, una voz dijo: “Este es mi Hijo bien amado; en él he puesto todo mi amor.” (Mateo 3; 16-17)

 

¡Para Pentecostés, dense el tiempo para descubrir el rostro del Espíritu Santo, con este hermoso retiro sobre Hozana!

 

 ¿Quién eres, ángel mío?

 

“¿Cómo es mi relación con este ángel que el Señor ha enviado para custodiarme y acompañarme en el camino, y que ve siempre el Rostro del Padre que está en los cielos?” Así nos interpelaba el Papa Francisco en una homilía durante la fiesta de los ángeles de la guarda.

¿Qué representa mi ángel custodio para mí? ¿Forma parte de cierto folclore o de recuerdos lejanos de infancia? ¿Es mi bombero personal en el cual sólo pienso cuando surge un peligro inmediato? ¿Es un compañero de cada día, un amigo íntimo que camina conmigo, según lo describía el Padre Pío al redactar la bella oración «Oh mi Ángel de la guarda»?


“Por el amor de Dios, no te olvides de este compañero invisible, siempre presente, siempre dispuesto a escucharnos y listo para consolarnos. ¡Oh deliciosa intimidad!, ¡Oh deliciosa compañía! ¡Si tan sólo pudiéramos comprenderlo! Mantenlo siempre presente en el ojo de tu mente. A menudo recuerda la presencia de este ángel, dale las gracias, órale a él, siempre mantén la buena compañía.” (Padre Pío)

·         Como guía espiritual, nuestro ángel es el custodio de nuestra vida... ¡eterna! Tiene el cargo de cuidar de nuestra alma. Por eso siempre está dispuesto a guiarnos, a aconsejarnos, a hacernos sentir cuando un acto o una decisión no es lo que sirve al Cielo. Entonces no dudemos en tomarnos un momento de respiración entre dos tareas, antes de una toma de decisiones o de un encuentro delicados, y en invocar a nuestro ángel de la guarda.


·         Como mensajero celestial, nuestro ángel lleva a Dios nuestras oraciones y acciones. Invitémoslo más frecuentemente en nuestras oraciones cotidianas. Cada día, tomémonos tiempo para agradecerle su fidelidad y confiarle nuestras intenciones de oración; las depositará ante el Señor como entrega rápida.


Como compañero de eternidad, nuestro ángel guardián es un precioso regalo del Padre para cada uno de nosotros. El Señor nos encomendó a él desde nuestra concepción en Su corazón. Nuestro ángel custodio lo conoce todo acerca de nosotros. Es nuestro más viejo amigo de la infancia. Nosotros también, ¡aprendamos a conocerlo mejor y a sentir su suave presencia celestial concediéndole un poco de tiempo, por ejemplo, con una novena específica!

 

encuentro de Dios

Rezar es entrar en relación con Dios. Existen muchas maneras de rezar: recitando una oración, meditando la Palabra de Dios, conversando libremente con el Señor o simplemente dejándose amar por él. He aquí 5 hermosas maneras de entrar en el misterio de la presencia de Dios. ¡Pruébalas todas!

- La oración de recogimiento. Se trata de una oración personal silenciosa que exige hacerse totalmente presente a Dios, haciendo callar todos nuestros pensamientos. Podemos entonces acoger la presencia del Señor en nosotros. Para Santa Teresa de Ávila, que desarrolló esta práctica en sus Carmelos, Dios hace su morada en cada hombre. La oración se convierte en un viaje interior. «Acalla en mí lo que no eres tú, lo que no es tu presencia toda pura, toda solitaria, toda apacible.» decía San Juan de la Cruz.

 

- La santa lectura o lectio divina. Esta lectura orante de la Palabra de Dios es una manera de entrar en conversación con el Señor. La oración se apoya en un pasaje de la Biblia y se desarrolla en cuatro etapas:

            -La lectura lenta (lectio) en la cual Dios nos habla,

            -La meditación del pasaje (meditatio) para oírlo bien,

            -La oración (oratio) para contestarle,

            -Y la adoración (contemplatio) para entrar en comunión con Él.

 

 

- La adoración eucarística. Se trata de un tiempo contemplativo ante el Santísimo Sacramento expuesto sobre el altar en una custodia. Es una oración del corazón, una cita de enamorados con Cristo realmente presente en la hostia consagrada. Podemos hablarle, mirarlo o simplemente disfrutar de su presencia y dejarnos amar. En cada parroquia existen tiempos dedicados a la adoración. En algunas incluso existe la adoración perpetua; el Santísimo está constantemente expuesto y los fieles se turnan para una adoración continua.

 

- El rosario. Existen numerosas oraciones a partir de un rosario. La más conocida es sin duda la hermosa oración del Rosario. Permite revivir los grandes momentos de la vida de Cristo a través de veinte misterios. La repetición de la oración (el Ave María en el Rosario) a cada cuenta instala un ritmo, como una respiración. La oración puede entonces acompañarnos en nuestras tareas -trabajo, camino- y santificar nuestras actividades diarias.

 

- Los salmos. Estos textos poéticos del Antiguo Testamento son una escuela de oración por sí solos. En 150 salmos, pasamos por todas las emociones humanas. Así, sea cual sea nuestro estado de ánimo, existe un salmo para expresar nuestro dolor o dar gracias a Dios. Expresando nuestras peticiones a través de estos textos, nuestra oración individual se une a la oración de los hombres a través del tiempo. Como Cristo que retomó las palabras de los salmos para expresar su sufrimiento durante la Pasión.