Es cosa fácil e inclinación natural odiar a los malos porque son malos; es raro y piadoso el amarlos porque son hombres; de modo que en un mismo hombre has de condenar la culpa y aprobar la naturaleza y, por eso, es justo que odies la culpa porque afea a esa naturaleza que amas (San Agustín Carta 153,1.3).
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