Llegué a la plaza de San Pedro media hora después de que terminara la ceremonia de beatificación de Juan Pablo II. Pero todavía se veía una multitud de personas ir y venir por la plaza y llenar Roma buscando donde comer. Eran las 3 de la tarde del día 1 de mayo.
Sobre todo encontré muchos muchos grupos de peregrinos polacos. Iban con sus banderas cantando llenos de alegría. Niños, jóvenes y ancianos tenían la cara llena de felicidad por ver a su (y nuestro) amado Papa reconocido como Beato.
La policía vaticana no paraba de indicar, conducir y hasta empujar a aquella multitud de peregrinos que no terminaban despejar la plaza para poder proceder a su limpieza. El día siguiente se celebraría la misa de acción de gracias y todo debía estar recogido.
Poco tiempo pude estar antes de que un amable guardia suizo me indicara que circulara para salir de la plaza. Esto me pasa por llegar tan tarde.
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