La principal labor del catequista es acercar a Jesús de Nazaret al joven y al niño. El catequista tiene que ofrecer al niño y al joven aquellos instrumentos que le ayuden en su proceso de maduración en la fe. El catequista se limita a sembrar en el corazón de los niños y jóvenes la alegría y felicidad que produce el ser seguidores de Jesús. Para ello, y usando la pedagógia de Dios, el catequista educa al niño y al joven en el descubrimiento de la oración, el silencio, la vida de grupo donde compartir la experiencia de fe, etc. y como no, va introduciéndolos plenamente en la vivencia de la iglesia y de los sacramentos.
Hoy en día, tanto el sacramento de la eucarísta como el de la confirmación tienen plena vigencia pues es el mismo Jesús de Nazaret quien se hace presente en dos momentos cruciales en la vida del niño y del joven. Con esto ayudamos a ambos, tanto el niño como el joven tienen que ir descubriendo en su vida lo que supone y significa Jesús para él. Jesús se hace presente en su vidas. Y somos los catequistas los que hacemos asequibles el mensaje del evangelio, los que adaptamos la palabra de Dios a su psicología y sus necesidades para que encuentren en Jesús un amigo cercano y lo vayan aceptando en su propio itinerario vital.
Por otro lado, los catequistas junto con otros agentes de pastoral, incluida la familia, somos meros instrumentos al servicio del evangelio. Es Dios quien comunica a través de nosotros su mensaje. Nosotros los catequistas, desde nuestra sencillez y humildad debemos poner en manos de Dios el fruto de nuestro trabajo y que sea El quien lleve a buen puerto su mensaje.
La vivencia de los sacramentos de la eucaristía y de la confirmación en nuestra capilla son una gracia de Dios de la que todos nos hacemos partícipes. Y día, a día, catequesis tras catequesis, domingo tras domingo vemos como nuestra vida y nuestra experiencia se enriquecen. Los que frecuentamos la capilla lo sabemos y lo vivimos. Esta es nuestra situación actual de dichos sacramentos en nuestra capilla. Para que nos vamos a engañar, así lo vemos y así lo sentimos, y desde la sencillez que nos da el sentirnos miembros de la comunidad eclesial de la iglesia del Pino hacemos presente a Cristo en nuestras vidas y en nuestras familias a través de estos dos sacramentos.
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