Conducir a los hombres y las mujeres de nuestro tiempo hacia Jesús, al encuentro con Él, es una urgencia que afecta a todas las regiones del mundo, tanto las de antigua como las de reciente evangelización. En todos los lugares se siente la necesidad de reavivar una fe que corre el riesgo de apagarse en contextos culturales que obstaculizan su enraizamiento personal, su presencia social, la claridad de sus contenidos y sus frutos coherentes.
No se trata de comenzar todo de nuevo, sino —con el ánimo apostólico de Pablo, quien afirma: «¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!» (1 Co 9, 16)— de insertarse en el largo camino de proclamación del Evangelio que, desde los primeros siglos de la era cristiana hasta el presente, ha recorrido la historia y ha edificado comunidades de creyentes por toda la tierra.
Por pequeñas o grandes que sean, éstas son el fruto de la entrega de tantos misioneros y de no pocos mártires, de generaciones de testigos de Jesús, de los cuales guardamos una memoria agradecida.
Los cambios sociales, culturales, económicos, políticos y religiosos nos llaman a algo nuevo: a vivir de un modo renovado nuestra experiencia comunitaria de fe y el anuncio, mediante una evangelización «nueva en su ardor, en sus métodos, en sus expresiones» (Juan Pablo II, Discurso a la XIX Asamblea del Celam, Puerto Príncipe, 9 de marzo de 1983, n. 3: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 20 de marzo de 1983, p. 24), como dijo Juan Pablo II.
Una evangelización dirigida, como nos ha recordado Benedicto XVI, «principalmente a las personas que, aun estando bautizadas, se han alejado de la Iglesia y viven sin tener en cuenta la praxis cristiana [...], para favorecer en estas personas un nuevo encuentro con el Señor, el único que llena de significado profundo y de paz nuestra existencia; para favorecer el redescubrimiento de la fe, fuente de gracia que trae alegría y esperanza a la vida personal, familiar y social» (Benedicto XVI, Homilía en la celebración eucarística para la solemne inauguración de la XIII Asamblea general ordinaria del Sínodo de los obispos, 7 de octubre de 2012: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 14 de octubre de 2012, p. 3).
Punto 1 del mensaje al Pueblo de Dios,
tras la conclusión
de la XIII Asamblea General Ordinaria
del Sínodo sobre
la "Nueva Evangelización.
No hay comentarios:
Publicar un comentario