Tal es la ley de la divina Providencia: que ninguno reciba ayuda superior para conocer y merecer la gracia de Dios si él, a su vez, no presta socorro a los inferiores, con afecto desinteresado, para lograr el mismo fin (San Agustín. Tratado sobre la Verdadera Religión 28,51)
No hay comentarios:
Publicar un comentario