Al hombre se le ha mandado sapientísimamente que camine con rectitud para que, cuando vea que él solo no puede, busque la medicina, que es la "gracia de Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo", para sanar la cojera del pecado en el interior del hombre (San Agustín. La Perfección de la Justicia 1,3,6).
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