lunes, 19 de marzo de 2012

Toda palabra divina es saludable para quienes la entienden bien, y perjudicial para los que pretenden, según la perversidad de su corazón, torcerla antes que corregir su corazón conforme a la rectitud de ella. (San Agustín. Comentario al Salmo 48,1,1)

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