Debemos conocer dónde ha de estar la tristeza misma, pues la tristeza es como el estiércol. El estiércol, si no está en su sitio, es porquería. El estiércol que no está en su sitio ensucia la casa; si está donde debe, fertiliza el campo (San Agustín. Sermón 254,2)
La reflexión de hoy merece echarle un rato de meditación ¿Dónde debe de estar nuestra tristeza?
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