Discurso de Benedicto XVI a la Plenaria del Pontificio Consejo para la Familia Roma: 1/12/2011)
Me alegra recibiros con ocasión de la Asamblea Plenaria
del Pontificio Consejo para la Familia en la efeméride de un doble trigésimo
aniversario: el de la exhortación apostólica
Familiaris consortio, publicada el 22 de noviembre de 1981
por el beato Juan Pablo II, y el de este
mismo dicasterio, por él instituido el 9 de mayo de ese mismo año
mediante el Motu Propio Familia a Deo Instituta, como signo de la importancia
que cabe atribuir a la pastoral de la familia en el mundo y, al mismo tiempo, instrumento
eficaz a fin de ayudar a promoverla a todos los niveles. Saludo cordialmente al
cardenal Ennio Antonelli, agradeciéndole las palabras con las que ha
introducido nuestro encuentro, así como a monseñor secretario, a los demás
colaboradores y a todos los aquí reunidos.
La nueva evangelización depende en gran medida de la
Iglesia doméstica. En nuestro tiempo, como ya en épocas pasadas, el eclipse de
Dios, la difusión de ideologías contrarias a la familia y la degradación
de la ética sexual se muestran
interrelacionados. Y al igual que están
relacionados el eclipse de Dios y la crisis de la familia, análogamente la
nueva evangelización es inseparable de la familia cristiana. La familia es, en
efecto, el camino de la Iglesia porque es “espacio humano” del encuentro con
Cristo. Los cónyuges “no solo reciben el amor de Cristo, convirtiéndose en
comunidad salvada, sino que están también llamados a transmitir a los hermanos
el mismo amor de Cristo, haciéndose así comunidad salvadora”.
La familia basada en el sacramento del matrimonio es
realización particular de la Iglesia, comunidad salvada y salvadora, evangelizada
y evangelizadora. Al igual que la Iglesia, está llamada a acoger, irradiar y
manifestar en el mundo el amor y la presencia de Cristo. La acogida y la transmisión del amor divino se realizan en
la entrega reciproca de los cónyuges, en la procreación generosa y responsable,
en el cuidado y en la educación de los hijos, en el trabajo y en las relaciones
sociales, en la atención a los necesitados, en la participación en las
actividades eclesiales, en el compromiso civil. La familia cristiana, en la
medida en que –a través de un camino de conversión permanente sustentado por la
gracia de Dios- logre vivir el amor como comunión y servicio, como don
recíproco y apertura hacia todos, refleja en el mundo el esplendor de Cristo y
la belleza de la Trinidad divina. Hay una célebre frase de San Agustín: “Immo
vero vides Trinitatem, si caritatem vides –En verdad, pues, tú ves la Trinidad
si ves la caridad”- (De Trinitate, VIII, 8). Y la familia es uno de los lugares
fundamentales en que se vive y se educa en el amor, en la caridad.
Siguiendo las huellas de mis antecesores, yo también he
exhortado en varias ocasiones a los esposos cristianos a evangelizar tanto con
el testimonio de la vida como con la participación en actividades pastorales. Lo
hice también recientemente con ocasión de la clausura del Congreso Eucarístico
Nacional italiano, donde quise reunirme conjuntamente con los cónyuges y con
los sacerdotes: y es que los dos sacramentos “al servicio de la humanidad” (CLC,
n. 1534) –el orden sagrado y el matrimonio- han de reconducirse a la única
fuente eucarística. “Ambos estados de vida están igualmente enraizados, en
efecto, en el amor de Cristo, que se
entrega a sí mismo por la salvación de la humanidad; están llamados a una
misión común: la de testimoniar y hacer presente ese amor ala servicio de la
comunidad, para la edificación del Pueblo de Dios. Esta perspectiva permite, ante
todo, superar una visión restrictiva de
la familia, visión que considera esta como mera destinataria de la acción
pastoral. […] La familia es riqueza para los esposos, bien insustituible para
los hijos, fundamento indispensable de la sociedad, comunidad vital para el
camino de la Iglesia” (Discurso del 11 de septiembre de 2011). En virtud de ello,
“la familia es lugar privilegiado de educación humana y cristiana y sigue
siendo, debido a esta finalidad, la mejor aliada del ministerio sacerdotal. […]
Ninguna vocación es una cuestión privada; mucho menos lo es la vocación al
matrimonio, ya que tiene como horizonte la Iglesia entera” (Ibíd).
Existen ámbitos en los que resulta particularmente
apremiante dar protagonismo a las familias cristianas en colaboración con los
sacerdotes y bajo la dirección de los obispos: la educación de niños, adolescentes
y jóvenes en el amor, concebido como
donación de sí y comunión; la preparación de los novios a la vida matrimonial
mediante un itinerario de fe; la formación de los cónyuges especialmente de las
parejas jóvenes; las experiencias asociativas con finalidades caritativas y de
compromiso civil; la pastoral de las familias para las familias, a lo largo de
la vida, valorizando el tiempo del tiempo y el trabajo y el de la fiesta.
Queridos amigos: nos preparamos para el VII Encuentro
Mundial de las Familias, que se celebrará en Milán del 30 de mayo al 3 de junio
de 2012.Constituirá para mi y para todos nosotros una gran alegría reunirnos, rezar
y festejar con familias venidas del mundo entero, acompañados por sus pastores.
Doy las gracias a la Iglesia ambrosiana por el gran empeño mostrado hasta ahora
y por el de los próximos meses. Invito a las familias de Milán y de la
Lombardía a abrir las puertas de sus casas para acoger a los peregrinos que
llegarán de todo el mundo. En la hospitalidad experimentarán alegría y entusiasmo:
es hermoso trabar conocimiento y amistad, contarse vivencias familiares y
compartir la experiencia de fe relacionada con ellas. En mi convocatoria del
Encuentro de Milán pedía “un recorrido adecuado de preparación eclesial y
cultural” (Carta 23 de agosto de 2010) para que el Encuentro resulte fructífero
e implique concretamente a las comunidades cristianas del mundo entero. Doy las
gracias a cuantos ya han realizado iniciativas en esta dirección e invito a
quienes aun no lo hubiera hecho a aprovechar los próximos meses. Vuestro
dicasterio ha procedido a redactar un valioso documento con catequesis sobre el
tema: “La familia: el trabajo y la fiesta”; ha formulado a parroquias, asociaciones
y movimientos una propuesta de “Semana
de la Familia”, y cabe esperar que se den otras iniciativas.
Gracias una vez más por vuestra visita y por la labor que
desempeñáis a favor de las familias y al servicio del Evangelio. Mientras os
aseguro mi recuerdo en la oración, imparto de todo corazón a cada uno de vosotros
y a vuestros seres queridos una especial bendición apostólica.
Pastoral Familiar Cádiz y Ceuta
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