Todo aquel que es esclavo de las riquezas, se somete a un amo duro y funesto, porque, encadenado por la codicia, se sujeta al diablo y no lo ama, porque ¿quién puede amar al diablo?; pero, sin embargo, lo soporta (San Agustín Sobre el Sermón de la Montaña 2,14,47)
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