Somos llamados herederos suyos, porque nos ha dejado la posesión de la paz de la Iglesia por medio de la fidelidad de la economía temporal que nosotros poseemos en esta vida, lo cual ha testado El al decir: "La paz os dejo, mi paz os doy" (San Agustín. Ochenta y tres Cuestiones diversas 75,1).
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