Felices los que se ríen de sí mismos, porque nunca acabará su alegría y diversión.
Bienaventurados los que no confunden un grano de arena con una montaña, porque se ahorrarán muchas preocupaciones y enfados.
Bienaventurados los que saben escuchar y callar, porque aprenderán muchas cosas nuevas.
Bienaventurados los que apreciáis una sonrisa y no ponéis mala cara ante los acontecimientos, pues caminaréis por la vertiente feliz de la vida.
Bienaventurados si sois comprensivos y hasta benévolos con los malos gestos de los demás, porque os tendrán por tontos pero ese es el precio de la caridad.
Bienaventurados si pensáis antes de actuar y oráis antes de pensar, porque os evitaréis muchos errores y tonterías.
Bienaventurados se sabéis callar y sonreír, aunque os contradigan y os molesten, porque el Evangelio ha prendido en vuestro corazón.
Y, sobre todo, bienaventurados si reconocéis en todos al Señor, porque irradiáis luz, bondad y alegría.
1 comentario:
Nestor, preciosa Bienaventuranzas. Ojala todos laa pusieramos en nuestras vidas.
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