El 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, fue un día propicio para reflexionar sobre la mal llamada Interrupción Voluntaria del Embarazo. Para el común de los mortales, el aborto es una tragedia que, si hace 2.000 años ya era una barbarie, hoy en día, por desgracia, algunos se atreven a reivindicarlo como un derecho.
La dramática cifra de abortos realizados durante el año 2011 en España es de 118.359. Cada número representa un ser humano al que se la ha quitado la vida. El 89,6 % de esos abortos realizados fueron perpetrados con pretextos difíciles de justificar. La desgraciada Ley aprobada por el Gobierno anterior es la responsable de esta escalofriante estadística, pero cuando, en 2013, se hagan públicos los datos del 2012, los abortos pasarán a ser responsabilidad de la ambigüedad de otro Gobierno. El retraso de la reforma de la Ley, está suponiendo 324 vidas humanas que dejan de nacer cada día.
Puede esperarse que la anunciada reforma de esta Ley, que corresponde al Ministro de Justicia, no suponga un mero lavado de cara de la anterior e incluya, al menos, la supresión del supuesto de riesgo psicológico para la madre que ha sido el coladero para aceptar cualquier petición de aborto. En principio esta reforma es muy factible si se atiene el legislador al cumplimiento de la Constitución que protege la vida.
No hay escusa, la ciencia está de parte de la vida y ya sabemos que desde el mismo momento de su concepción hay un ser humano único y con un código genético propio.
Tomado de Alfa y Omega 10/01/2013
Gracias a Maximiliano de la Vega por enviarnos este texto
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