viernes, 27 de julio de 2012

La confesión es de dos clases: o de pecados o de alabanzas. Cuando nos va mal, confesamos en la tribulación nuestros pecados; cuando nos va bien, confesamos o tributamos alabanzas a Dios en el regocijo de la justicia. Nunca vivimos sin confesión (San Agustín. Comentario al Salmo 29,2,19)

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