Quizá dirás: veo el cielo, y a El no lo veo. Tienes ojos para ver el cielo, pero aún no tienes corazón para ver al fabricador del cielo: por eso vino del cielo a la tierra para purificar el corazón, con el cual se vea al que hizo el cielo y la tierra (San Agustín Comentario al Salmo 85,9)
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