Me atrevo a decir: cuando duermes, bendiga tu alma al Señor. No te despierte el pensamiento de la maldad; no te derpierte la determinación de hurto; no te despierte quizá el convenio de la depravación. La voz de tu alma en el sueño sea tu inocencia (San Agustín. Comentario al Salmo 101,2).
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