Esa virtud del alma que llamamos paciencia es un don de Dios; tan grande, que el Señor, que nos lo otorga, pone de relieve la suya, por la que da largas a los pecadores para que se conviertan (San Agustín. Tratado sobre la Paciencia 1,1).
Pueden leer (parcialmente) el tratado sobre la paciencia de San Agustín y otros dos de Tertuliano y San Cipriano, pulsando AQUÍ
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