lunes, 7 de noviembre de 2011

Si queremos defender verdaderamente el libre albedrío, no combatamos aquello que lo hace libre. Quien combate la gracia, que da a nuestro libre albedrío la libertad de apartarse del mal y hacer el bien, quiere que siga cautivo su albedrío (San Agustín. Carta 217,3.8).

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