Nuestros desechos fundamentales tienen como meta promover la vida humana, desarrollarla plenamente, dotarla de libertad creativa, de sentido, de capacidad creativa en todos los órdenes. Los derechos van encaminados a promover la vida, no la muerte; la paz, no la guerra; la rectitud ética, no el desenfreno destructor. Su meta es incrementar la vitalidad en todos los órdenes, no bloquearla y agostarla. Pero hoy se proclama y exige el derecho al aborto.
Esta exigencia tiene muchas probabilidades de triunfar en la opinión pública, porque el vocablo derecho aparece unido con el término libertad, entendido como mera libertad de maniobra, libertad para actuar de forma arbitraria, conforme al propio gusto y parecer. El vocablo libertad –así entendido- es considerado hoy como término talismán. Ello lleva a algunos a creerse progresistas con sólo defender una libertad indiscriminada y, bajo su amparo, el derecho al aborto.
No es aceptable utilizar los vocablos con esta imprecisión táctica, para defender las propias tesis. Podemos afirmar nuestro derecho a cuidar la vida, porque es un don valioso que hemos recibido y hemos de mantener y desarrollar. Pero sería injustificado arrogarnos el derecho de disponer de nuestro cuerpo. Sólo es justo disponer de los objetos, y nuestro cuerpo ostenta un rango inmediatamente superior a todo objeto, por preciado que sea. Mi cuerpo es la expresión viva de mi persona. Por eso merece el mismo respeto que mi espíritu.
Solicitar un derecho para realizar un acto negativo, que está lejos de perfeccionarnos como personas, no tiene el menor sentido; más todavía, es un contrasentido. Hacerlo pasar como un signo de progresismo es un abuso manipulador del lenguaje que constituye un verdadero sarcasmo, un ataque a la capacidad humana de razonar y discernir.
Alfonso López Quintás -Extracto de su libro “Las sinrazones del aborto”- (ed. Digital Reasons)
Tomado de Alfa y Omega. Juaves 6 de marzo de 2014
Compartido por Maximiliano de la Vega
Muchas gracias
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