Nosotros, ¿somos capaces de llevar la Palabra de Dios a nuestros ambientes de vida? ¿Sabemos hablar de Cristo, de lo que representa para nosotros, en familia, con los que forman parte de nuestra vida cotidiana?
El anuncio del Evangelio no consiste sólo en palabras, sino que la fidelidad a Cristo entra en la vida, que queda transformada, recibe una nueva dirección, y es precisamente con nuestra vida con la que damos testimonio de la fe y del anuncio de Cristo.
En el gran designio de Dios, cada detalle es importante, también el pequeño y humilde testimonio tuyo y mío, también ese testimonio escondido de quien vive con sencillez su fe en lo cotidiano de las relaciones de familia, de trabajo, de amistad.
Hay santos del día a día, los santos ocultos, una especie de clase media de la santidad, como decía un escritor francés, de la que todos podemos formar parte.
Recordemos bien todos: no se puede anunciar el Evangelio de Jesús sin el testimonio concreto de la vida…Me viene a la memoria un consejo que san Francisco de Asís daba a sus hermanos: “Predicad el Evangelio y, si fuese necesario, también con las palabras”.
Predicar con la vida: el testimonio. La incoherencia de los fieles y los pastores entre lo que dicen y lo que hacen, entre la palabra y el modo de vivir, mina la credibilidad de la Iglesia.
Todo esto solamente es posible si reconocemos a Jesucristo. Anunciar y dar testimonio es posible únicamente si estamos junto a Él, justamente como Pedro, Juan y los otros discípulos estaban en torno a Jesús resucitado. Y esto es un punto importante para nosotros: vivir una relación intensa con Jesús.
De la Misa de la basílica de San Pablo Extramuros (14-04-2013)
Tomado de Alfa y Omega (18-04-2013)
Remitido por Maximiliano de la Vega
Muchas gracias
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