miércoles, 24 de octubre de 2012

La advocación marinera de la Nª Sª del Carmen



Texto leído antes de la celebración del día de Nª Sª del Carmen 2012
Merece la pena leerse con tranquilidad.

Estimados amigos

Hoy celebramos la festividad de Nuestra Señora del Monte Carmelo, conocida comúnmente como Virgen del Carmen o Nuestra Señora del Carmen.

Es una de las diversas advocaciones de la Virgen María. Su denominación procede del llamado Monte Carmelo, en Israel, un nombre que deriva de la palabra Karmel o Al-Karem y que se podría traducir como 'jardín'. Existen hoy en activo órdenes carmelitas repartidas por todo el mundo, masculinas y femeninas, las cuales giran en torno a esta figura mariana.



Según la tradición, durante la celebración de Pentecostés, algunos fieles que investigaban la vida de los profetas Elías y Eliseo en el Monte Carmelo, actual Israel, fueron convertidos al catolicismo tras la aparición de una nube en la que iba una imagen de María. En ese monte, fundaron un templo en honor a la Virgen y crearon la congregación de los Hermanos de Santa María del Monte Carmelo, la cual pasó a Europa en el siglo XIII debido a su persecución en Tierra Santa.

El 16 de julio de 1251, la imagen de la Virgen del Carmen se le habría aparecido a San Simón Stock, superior general de la Orden, al que le entregó sus hábitos y el escapulario, principal signo del culto mariano carmelita con las siguientes palabras: “Toma, hijo querido. Este escapulario será como la divisa de mi confraternidad y, para ti y todos los carmelitas, un signo especial de gracia; quienquiera que muera portándolo, no sufrirá el fuego eterno. Es la muestra de la salvación, una salvaguardia en peligros, un compromiso de paz y de concordia”

A él San Simón Stock se le atribuyen los siguientes versos:

"Flor del Carmelo, Viña florida, esplendor del cielo, Virgen fecunda, singular. ¡Oh Madre tierna, intacta de hombre, a todos tus hijos proteja tu nombre, Estrella del Mar!”

Según es tradición la Virgen prometió liberar del Purgatorio a todas las almas que hayan vestido el escapulario durante su vida, el sábado siguiente a la muerte de la persona y llevarlos al cielo, creencia que ha sido respaldada por los Pontífices. La iconografía principal de la Virgen la muestra portando dicho escapulario.

España es uno de los países donde más arraigada se encuentra esta advocación. Los pescadores han nombrado a la Virgen del Carmelo su fiel protectora y, además, la Marina Española le ha concedido el título de Patrona. Por esta razón, la Virgen del Carmen es conocida como "la estrella de los mares" (Stella Maris).

Pero... ¿de donde viene el patronazgo de la Virgen del Carmen hacia los marineros? Una fiesta que rinde honores a la Stella Maris que se apareció a los cruzados en Tierra Santa para que volviesen sanos a Europa tras navegar el Mediterráneo. Unos marineros que, al no existir la tecnología actual, precisaban de la ayuda de las estrellas para orientarse.

Pronto en los barcos españoles se comenzaron a ver imágenes de la Virgen, a la que los marineros pedían amparo cuando emprendían rumbo a la mar.

Sería ya en el siglo XVIII, siendo ya muy popular la fiesta de la Virgen del Carmen en España, cuando el almirante mallorquín Antonio Barceló Pont de la Terra, impulsó su celebración entre la marinería que él dirigía. Fue a partir de entonces cuando la marina española fue sustituyendo el patrocinio de San Telmo por el de la Virgen del Carmen. Sería nombrada oficialmente patrona de la Armada española el 19 de abril de 1901 en la Real Orden que indicaba que: “S. M. el Rey (q. D. g.), y en su nombre la Reina Regente del Reino, de conformidad por lo propuesto por la Subsecretaría de este Ministerio, y favorable informe del Provicariato General Castrense, se ha servido disponer sea declarada Patrona de la Marina de Guerra la Santísima Virgen del Carmen, que lo es de hecho, de todos los navegantes, y se celebre el 16 de julio, día de su festividad”.

A más de uno -sea marino o no- le hierve la sangre cada vez que suenan los acordes de la Salve Marinera. Un canto a Nuestra Señora del Carmen cuyos versos forman parte de El molinero de Subiza, una zarzuela estrenada en Madrid el 21 de diciembre de 1870 cuya letra fue escrita por el gaditano Luis de Eguílaz y a la cual puso música el pacense Cristóbal Oudrid y Segura.

Esta obra zarzuelera se estrenó en 1872 en la localidad gallega de Ferrol. Aquel día, unos guardiamarinas de la Escuela Naval Flotante Asturias -fragata fondeada en el puerto ferrolano de La Graña- decidieron ir al teatro y quedaron maravillados al ver cómo en la escena XIV de esta zarzuela se cantaba “Salve, Estrella de los cielos”. Al día siguiente decidieron que se cantaría siempre después de la misa en el buque. La costumbre se extendió a toda la Armada. En 1941, el Ministerio de Marina encargó al músico mayor de Infantería de Marina Camilo Pérez Monllor la transcripción de la partitura original de Oudrid. Con la posterior adaptación de la letra por parte de Mariano Méndez Vigo, este canto se convirtió a la actual Salve Marinera.

Prácticamente todos los pueblos y ciudades de la costa española rinden culto religioso a la Virgen del Carmen, organizándose procesiones y vistosas romerías marítimas portando su imagen cada 16 de Julio.

Pero es quizá más significativo, por antiguo y secular, el enraizamiento de la advocación en determinadas localidades del interior no vinculadas con el mar, pero consagradas históricamente a la Virgen del Carmen: Asturianos, Baeza, Beniaján , Cox , Durcal, Guadix, Jerez de la Frontera, Las Fraguas, Peleas de Abajo, Peñausende, Hinojosa del Duque, y Rute, entre otras.

En Galaroza (Huelva), un pueblo ubicado en pleno corazón del Parque Natural de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche, a más de 150 kilómetros de las playas de la costa de Huelva, podemos encontrar la única imagen de la Virgen del Carmen embarazada que se conoce, y hoy será trasladada desde su ermita a la parroquia de la localidad, cumpliendo la tradición en la localidad de cada 16 de julio, ante las miradas de cientos de vecinos de toda la comarca.

Hemos repasado un poco la historia y el origen de las tradiciones. Y, como marino, me gustaría ahora, si me lo permitís, hablaros desde del corazón.

La mar, es para nosotros, algo más que una masa de agua salada que cubre la mayor parte de la superficie terrestre. Para nosotros es algo más que una forma de ganarse el pan de cada día y el sustento de nuestras familias. Para los marinos, marineros, pescadores, grumetes, almirantes, guardiamarinas y navegantes en general, la mar es una forma de vida. Una necesidad que se llevará hasta el último de nuestros días. Nosotros no podemos vivir de espaldas al mar. Necesitamos sentir su brisa en la cara, necesitamos llenar nuestros pulmones de ese aire salado rozando los poros de la piel. Lo disfrutamos y lo necesitamos. Disfrutamos de su calma, de sus productos, del murmullo de las olas rompiendo en la playa. Es algo que se lleva en lo más hondo de nuestro ser. Quizás los siguientes versos pueden explicar ese amor del marino al mar:

Amo tus cabellos amigos del viento, 
Adoro tus ojos mis mares inmensos, 
Pero no puedo arrancar el ancla de mi pecho. 
Así es el amor del marino, 
Que comienza con un beso que te dice te quiero, 
Y termina con otro que te dice adiós. 
Hoy tengo que zarpar , levar anclas, estibar mis penas y hacerme a la mar. 
Te juro vida mía que te quiero 
Pero al mar conocí 
Y lo amé primero.

Pero esa mar, en ocasiones se convierte en “el mar”. Y es entonces cuando esa brisa se convierte en fuertes vientos, es cuando los murmullos pasan a ser un rugido constante y atronador. Podemos hablar entonces de marejadas, fuertes marejadas, mar brava, mar arbolada, galernas, tempestades, huracanes…

Es en ese momento cuando los hombres de la mar se entregan a la protección de la Virgen. Es entonces cuando los hombres más bregados se acuerdan de Dios. Cuando las olas barren la cubierta del barco, cuando ves como la proa se hunde en una ola y la siguiente te lanza metros arriba, donde crees que va a ser la última. Entonces es cuando encomiendas tu alma a Dios con toda la fe y toda el alma. Seguro que todo aquel que ha sufrido un duro temporal sabe lo que hablo.

Bien es cierto que la vida en los barcos de hoy en día ha mejorado de forma notable. Los modernos sistemas de navegación, mejora de materiales, predicciones del tiempo seguras, modernos sistemas de seguridad unidos a una bien merecida protección social hacen que la vida en la mar sea hoy un poco más cómoda. Sin embargo, la mar siempre es la mar.

Por eso quiero contaros lo vivido por mi compañero el suboficial de la Armada Carlos Trujillo, quien no se considera un héroe ni tan siquiera el protagonista de la historia que a continuación les voy a narrar, pero su humanidad, su valentía y su gesta lo dicen todo. Es una historia cualquiera del mundo de la mar.

El 12 de diciembre de 2010 permanecerá siempre en el recuerdo de Trujillo. Comenzaba a anochecer cuando una patera, que se había quedado sin combustible, fue arrastrada por el mar hacia una zona de rompientes de la isla de Alborán donde encalló. Salvamento Marítimo no podía acceder y los gritos de desesperación de las mujeres y los niños eran cada vez más fuertes. Pese a carecer de medios, sin apenas visibilidad y aún conmocionado por lo que estaba pasando, Trujillo no se lo pensó y se lanzó al agua sujeto por un simple cabo de remolque. Tras él, el cabo de Infantería de Marina Rafael Plaza y el marinero Manuel Piñón, que tiraban con fuerza del sargento. En ningún momento dio la orden de que le acompañasen, señala, ya que «la situación era muy peligrosa», pero no le dejaron solo.
Al llegar a la patera, vivió uno de los momentos más impactantes de su vida. Una mujer acababa de dar a luz en la embarcación. «Con los ojos llenos de desesperación me entregó a su hija. El cordón umbilical estaba aún caliente», recuerda emocionado Trujillo, y en ese mismo instante se dijo: «A esta niña la saco yo como sea». Y lo hizo. Después, uno a uno, rescató al resto de inmigrantes que habían emprendido tan peligrosa travesía, incluidos otros cuatro niños, de apenas tres años de edad.

Una vez en tierra, fueron recibidos por el resto de miembros del destacamento naval destinado a Alborán. «Fue una labor de equipo», insiste este militar de vocación, que no sabe de dónde sacó las fuerzas, aunque siempre ha creído que «recibió una ayuda extra de arriba».
Nunca olvidará ese día y mucho menos el momento en que cogió a la recién nacida entre sus brazos. Y es que, paradojas de la vida, Trujillo no vio nacer a su hija porque estaba en una misión. Así que la emoción que sintió fue infinita. Tanto, que lejos de pasar página, ha seguido interesándose por el bienestar de la pequeña «Happiness» («Felicidad» en inglés). Tras visitarla en el centro de acogida de la Cruz Roja en el que se encontraba, averiguó que la mafia africana estaba esperando a la madre para cobrarle «el viaje» e hizo lo imposible para que se quedaran en nuestro país: «Como el bebé había nacido en España, le conté la situación a los funcionarios e hice una declaración ante el juzgado». Y funcionó. Las últimas noticias que tiene de ellas son buenas, todo está arreglado y Judith, la madre, tiene trabajo. Por todo ello, aunque su humildad le impida reconocerlo, para la pequeña «Happiness» siempre será su héroe. Para los hombres de la mar y el resto de compañeros, además de héroe un ejemplo a seguir.

He tenido la oportunidad de cruzar el Estrecho en infinidad de ocasiones y en diferentes tipos de barcos. Lo he hecho bajo distintos tipos de condiciones de navegabilidad y de meteorología, con levante y con poniente, de día y de noche, he visto ballenas, delfines, barcos pequeños, grandes y otros que parecen rascacielos. Y quiero aquí rogar a nuestra Señora del Carmen por la vida y la seguridad de todos aquellos que, en la desesperación del hambre y la miseria arriesgan sus vidas buscando un futuro mejor. No tengo palabras para expresaros lo que significa cruzar esos 14 kilómetros en una embarcación neumática, de noche, sobrecargadas, mojados, con el frío en el cuerpo. Muchos nunca han visto el mar, no saben nadar y sin embargo asumen el riesgo sin saber si mañana amanecerá un nuevo día.

También quiero tener un recuerdo para todos aquellos que han perdido a alguien en la mar. Todos tenemos a alguien. Yo mismo en mi familia, siempre dedicada al mar puedo hablar de pérdidas. Como la de la noche del 1 de mayo de 1941 en que se perdió el vapor Turquesa, propiedad de mi abuelo Luis y se llevó 15 vidas para siempre en Cedeira, A Coruña. O la barca de pesca Sinda, propiedad de mi bisabuelo José la cual a la altura de Cabo Mayor, Santander, fue abordada por el Vapor Magallanes en una mañana de niebla el 27 de mayo de 1944 desapareciendo 7 hombres y pereciendo 4 más. O a mi compañero y amigo Juan Villa, que desapareció en aguas del estrecho en el transcurso de unas maniobras al descender desde un helicóptero a un submarino y caer al agua hace ya siete años sin que la mar nos haya devuelto su cuerpo.

Recordar también por su proximidad a esos hombres del Nuevo Pepita Aurora, a los ocho fallecidos hace ya casi cinco años. Hombres que habían encontrado en la mar junto a la que habían nacido una forma de sustento. Quisiera aquí pedir que no les olvidemos cada vez que nos acercamos a una pescadería y veamos ese mostrador lleno a rebosar. Pescado que nunca conseguiremos consumir en su totalidad y que sin embargo, aceptamos como natural encontrarlo a nuestra disposición en cualquier momento. Es un ejemplo de nuestro afán depredador y me gustaría pedir a nuestra Señora que nos ayude, en estos tiempos que vivimos a construir una economía sostenible, al alcance de todos los seres humanos que pueblan la tierra. No es de recibo esquilmar los mares para procurar no ya el sustento, si no el consumismo de unos pocos mientras la mayoría de seres humanos no tienen acceso a esos productos que Dios nos ha dado.

Por último, acordarme de esos hombres que hoy están lejos de sus casas, surcando los mares del mundo. Hoy hay marinos españoles en la Operación Atalanta, en la lucha contra la piratería en el Indico, protegiendo el libre tránsito de buques de cualquier nacionalidad. Otros marinos se encuentran en el Sur del Líbano bajo pabellón de las Naciones Unidas, Unos pocos más se encuentran en tierras de Afganistán adiestrando a un ejército afgano para conseguir un entorno estable en el país asiático.

Hoy hay pescadores vascos, cántabros, asturianos, gallegos, andaluces, murcianos, valencianos y catalanes, españoles en definitiva navegando en un sinfín de barcos unidos todos bajo el manto de la Virgen del Carmen.

Aprovechando la ocasión para felicitar a todas las Carmen y termino pidiendo a Nuestra Señora la Virgen del Carmen que nos ayude a todos en nuestros quehaceres diarios a conseguir lo que nos indican los últimos versos del poema “la rosa de los vientos” que dicen:

Estate siempre vigilante,
y ten presente además,
si hay peligro por delante,
modera, para o da atrás.

Antonio S. R.

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