Si se aclama únicamente con la voz, no se aclama bien, porque están ociosas las manos; si sólo con las manos, tampoco se aclama bien, porque queda muda la lengua. Obren a una la lengua y las manos. Estas obren, aquélla confiese (San Agustín. Comentario al Salmo 46,3).
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